Evolutivamente, el estrés ha servido para ponernos alerta
ante el peligro. Nos prepara para huir o luchar frente a aquello que resulta
amenazador: nos ha servido para sobrevivir. No obstante, en nuestra rutina actual,
la respuesta de estrés tiene más que ver con situaciones relacionadas con miedos
y demandas de nuestro día a día que con peligros físicos. Esta respuesta de
estrés supone, a nivel fisiológico, una importante alteración hormonal que por
ende podrá afectar a diferentes procesos y respuestas de nuestro organismo. Por ello, independientemente de la causa
generadora de estrés, este diferente estado a nivel hormonal (traducido en un
estado de alerta) repercutirá en diferentes áreas de nuestra vida, entre las
que está la sexualidad.

A pesar de todo lo anterior, no necesariamente tener estrés
nos va a generar cambios en nuestra respuesta sexual habitual. Como se recalca
anteriormente, hay un componente individual muy importante que influirá
directamente y podría darse el caso de elevado estrés sin repercusiones en la
sexualidad.
Estrés y ansiedad por las relaciones sexuales
El sexo, por presencia o ausencia, puede suponer en sí un
factor de estrés que retroalimentará a como afecta el estrés a nuestra
sexualidad. Hasta ahora hemos hablado de cómo nos afectan estrés y ansiedad
generales en nuestra sexualidad. Pero además, las propias relaciones sexuales
pueden generarnos ansiedad anticipatoria en algunos casos. Cuando hacemos caso
a ideas distorsionadas y mitos como “tengo
que satisfacer por todos los medios a la otra persona y cumplir”, “tengo que
ser el/la mejor”, “no puedo terminar antes que mi pareja/tenemos que terminar a
la vez”, “tiene que gustarle todo lo que hagamos”, “tengo que complacerle/a sin
importar como esté yo” y similares, se genera una importante ansiedad. La
atención, lejos de estar en el contacto y la intimidad se focaliza a estas
“obligaciones”, se fusiona con estos pensamientos y mitos y no permite
disfrutar pudiendo generar, incluso, disfunciones secundarias.
En relación a lo anterior, existen elementos relacionados
con la sexualidad que podrían impedir un disfrute pleno de la misma al “anclarnos”
a obligaciones e ideas distorsionadas. Entre los más importantes,
encontramos:
- Doble moral: Generalmente, los mitos sobre la sexualidad vienen muy ligados a concepciones de género, sobre lo que la mujer es y debe en la sexualidad y lo que el hombre es y debe en la sexualidad. Estas supuestas diferencias, además de quedar lejos de la realidad, ser fundamentadas e injustas, generan importantes problemas en el desarrollo de una vida sexual sana.
- La sexualidad se reduce al coito: La sexualidad es todo. No podemos reducir la sexualidad ni la erótica a lo puramente relacionado con el coito. La vivencia plena de la sexualidad se realiza explorando el cuerpo, descubriendo qué da placer. La erótica y la sexualidad se reparte por todo nuestro cuerpo y explorando con la pareja sexual se descubre, siempre por supuesto desde el respeto mutuo.
- Tener relaciones sexuales solo por y para alcanzar el orgasmo. Que esa sea la única finalidad o la creencia de ello, puede generar importantes niveles de estrés. Cuando no se alcanza o cuando la pareja no lo hace, forzarse a lograrlo y culpabilizarse por no conseguirlo podrá generar estrés y ansiedad. Distanciarse de esta idea de necesidad permitirá disfrutar de la sexualidad en mayor medida, ya que se puede obtener una gran cantidad de placer y disfrute con la pareja sin que haya un orgasmo.
Independientemente de la causa, el estrés y la ansiedad
pueden no permitirnos disfrutar de las relaciones sexuales al no permitirnos
focalizar y dirigir la atención a las sensaciones y la vivencia sexual. Cuanto
más nos fusionamos y enredamos con estas emociones y los pensamientos
asociados, más complicado será dejarse llevar y disfrutar plenamente de
nuestras relaciones. Por otro lado, la pareja conocedora de esto puede seguir
ciertas pautas para ayudar a la otra persona a afrontar este momento. En primer
lugar, mostrarse a su lado en el momento vital en el que se encuentra,
apoyarle. NO culpabilizarse a uno mismo porque lo sexual no esté funcionando
como lo venía haciendo anteriormente: Es entendible que ocurra ahora que
conocemos como afecta el estrés y la ansiedad. No meter prisas para volver al
estado de antes y dialogar. Este último punto, siempre será clave para la
pareja. Si además se intenta avivar la “magia” de alguna manera (ojo no
crucemos una línea y acabemos presionando), se favorecerá la “vuelta a la
normalidad”. Considerando que la vida sexual de la pareja podría verse afectada
y considerando lo anterior, el punto clave será siempre la comunicación directa
y abierta para evitar que puedan surgir otros problemas en la relación. Y si el
problema se mantiene durante más tiempo, plantearse acudir a un profesional.
Si crees que podrías necesitar ayuda o asesoramiento, no
dudes en ponerte en contacto con Martínez Bardaji psicología y salud.
Estaremos encantadas de ayudarte.