miércoles, 21 de diciembre de 2016

La idealización de la otra persona en la relación de pareja: ¿como afecta?

Cuando comenzamos una relación de pareja parece que todo es ilusión. Es frecuente que aparezcan afirmaciones del tipo: “Me encanta todo en mi pareja”, vivimos un período inicial de “cuento de hadas” en el que todo son (parece) detalles y buenos momentos. Cada nuevo elemento a descubrir en la otra persona parece ser mejor que el anterior y parece que solo percibimos virtudes; y si observamos defectos, tendemos a minimizarlos u omitirlos. No obstante, esta percepción tiene más que ver con un proceso de idealización inicial de la pareja que no durará eternamente, que caracteriza sobre todo al período de enamoramiento y que según como se maneje puede tener consecuencias en momentos posteriores de la relación.

¿En qué consiste idealizar a la pareja? Idealizar a la pareja consiste en maximizar sus virtudes y minimizar sus defectos hasta llegar, en ocasiones, a casi omitirlos; lleva a interpretar todo lo relacionado con la pareja a través de un “filtro” positivo. La idealización del otro es algo común en la etapa inicial de enamoramiento, durante esos primeros meses de marcada ilusión y pasión. Incluso, se ha considerado que esto podría ser beneficioso para la pareja siempre y cuando (y aquí viene lo complicado) no sobrepase los límites de la realidad. Cuando la idealización de la otra persona se torna irrealista (atribuyendo a la pareja cualidades o virtudes que directamente no existen o que se magnifican en exceso) la relación de pareja se verá afectada. Al idealiza al otro de esta manera, se producen  desengaños y conflictos: la persona que idealiza, al ver la realidad, ve sus expectativas no satisfechas y genera demandas excesivas a la pareja. Sentirá que la otra persona le ha fallado, comenzarán los reproches y no sería raro que aparezcan comentarios del tipo “no eres la persona que conocí”. Por otro lado, la persona idealizada percibe que se le hacen demandas que no comparte o comprende y siente una elevada frustración al no poder complacer a la pareja o al no comprender lo que ocurre entre ambos. Además, esta persona no percibirá aceptación por su pareja y por supuesto se sentirá presionada. En este punto ambas partes se vas a distanciar y si no se gestiona de algún modo y conjuntamente, la cantidad de conflicto aumenta hasta poder derivar en una ruptura. E independientemente de que la ruptura ocurra, el distanciamiento y frustración en la pareja aparecerán e irán incrementándose exponencialmente.

¿Por qué se llega a idealizar en exceso a una pareja? Antes de nada, me gustaría recalcar que hasta cierto punto, la idealización de la pareja es algo normal de la etapa de enamoramiento y que solo es problemática cuando se mantiene de manera irracional. La idealización irracional atribuye a la pareja virtudes que no existen y genera una imagen distorsionada del otro, mientras que la idealización normativa lo que hace es valorar algo más positivamente a la pareja que al resto de personas pero sin cruzar los límites de lo real. Llegar al extremo de la idealización excesiva puede relacionarse con diversos factores y dependerá de cada caso individual, pero sobre todo parece haber relación con una autoestima disminuida. Cuando se tiene una baja autoestima y los pensamientos sobre uno mismo tienden a estar descritos en términos negativos, es más fácil que aparezca la tendencia a sobrevalorar a otras personas mucho más positivamente de lo que sería realista. Se sitúa a la pareja en un nivel “superior” a uno/a mismo/a, sobrevalorando sus deseos y opiniones sobre los propios. Dentro de este círculo, la autoestima comienza a disminuir cada vez más: pueden aparecer pensamientos del tipo “no sé que hace conmigo” y miedo intenso a ser dejado. En este punto, se está generando un importante desequilibrio en el funcionamiento de la pareja además de una dependencia emocional hacia la persona idealizada.  Como añadido, tienen una alta influencia también los mitos sobre el amor romántico y la pareja “ideal”, así como los mitos de la media naranja. Asumir que debe existir una persona que “debe ser nuestra única confidente” y “atender en exclusiva a todas nuestras necesidades emocionales” favorecen la aparición de demandas poco realistas hacia la pareja.

¿Cómo podemos evitar caer en la idealización excesiva de la otra persona? En primer lugar, aprendiendo a valorar que todas las personas tienen virtudes y defectos. Debemos aprender a apreciar que ninguna persona hace todo bien, es imposible. Nadie queda libre de equivocarse, ni luce perfecto a todas horas. Un punto clave y fundamental para evitar caer en la idealización, y ya no solo hacia la pareja sino hacia cualquier persona, es aprender a valorarnos  y a no compararnos con los demás. Debemos aprender a ser críticos con nosotros mismos para lo malo pero también para lo bueno. Y percibir en qué aspectos podemos sobresalir frente a otras personas, aprender a valorarnos al mismo nivel que al resto de seres humanos. Somos exactamente igual de valiosos que cualquier persona a la que admiremos o que cualquier pareja que podamos tener. Y aprender a valorarnos de este modo y a querernos nos ayudará a no caer en la idealización excesiva.
En el ámbito de la pareja conviene evitar las comparaciones con parejas previas. Si hemos sufrido con anterioridad, si lo hemos pasado mal con otra persona y comparamos a una pareja actual con la que estamos bien, el balance puede hacer que acabemos sobrevalorando a esta nueva pareja de manera colateral. Y de ahí que nos lleve al final a una idealización. Las comparaciones solo nos llevan a hacer juicios de valor, por lo que tenemos que aprender a observar que diferentes relaciones con diferentes personas son eso: diferentes. Que una relación pudo no funcionar en absoluto, que la otra persona pudo comportarse bien o mal con nosotros.  Que veamos que estamos mucho mejor con nuestra pareja actual, más a gusto y felices. Pero dedicarse a comparar no nos lleva a ninguna parte. En cambio, lo que sí podemos hacer es valorar lo que vemos en la pareja actual y disfrutar de ello, en el momento presente, de lo que nos gusta y lo que no. Pero apreciarlo sin comparar nadie más.

Por último, hay que aprender y comprender que las relaciones evolucionan y tienen su proceso y etapas. Lo que importa es aprender a gestionar las etapas de una relación en pareja en lugar de querer “estancarse” en una fase “perfecta”. Si bien durante el enamoramiento aparece esa idealización del otro, a medida que se va conociendo a una persona comienzan a detectarse defectos, cosas que no nos gustan, se generan conflictos… es una parte inevitable en las relaciones humanas. Pero eso no quiere decir que sea alguien diferente, ni que tenga que acabarse la relación. Cabe aprender a disfrutar de todas las etapas de una relación sin pretender que todo sea perfecto en todo momento. Como punto clave, es necesario fundamentar la pareja en una comunicación activa y en la colaboración mutua. En aprender conjuntamente a vivir esas etapas, adaptándoos, apreciando y valorando los buenos momentos y pequeñas cosas que aportáis el uno al otro, a pesar de que haya cosas que no gusten. Ya que la perfección no existe, buscarla tanto en la pareja como en cualquier ámbito de la vida sólo nos va a llevar a la frustración, y hasta que no aprendemos a aceptarlo y a disfrutar de las pequeñas cosas no podremos disfrutar plenamente de la relación ni de nuestra vida en ella.


Si crees que podrías tener alguna dificultad en este proceso de adaptación y/o en otros aspectos con tu pareja y te gustaría recibir orientación profesional, no dudes en ponerte en contacto con nosotras.

martes, 27 de septiembre de 2016

Se acabó la relación: el duelo en la ruptura de pareja

Sobreponerse a una ruptura de pareja, en la mayoría de ocasiones, puede suponer una tarea complicada difícil y dolorosa. Pero esto no la convierte en no sea superable, y es que como se dice “de amor ya no se muere”. La clave para llegar a la superación reside en la aceptación final de esta pérdida, a lo que se llega a veces con un proceso en parte similar al de un duelo tras un fallecimiento. Ahora bien, en el caso de una ruptura es una pérdida diferente en la que la persona con la que queremos estar continúa su vida pero no nos quiere en ella o al contrario. Y el duelo en este caso tendría que ver con elaborar la pérdida de la relación y de la pareja, para aceptar y readaptar nuestra realidad a la vida sin esta otra persona.  
El duelo es un proceso doloroso de ajuste emocional en el que aparecerán un amplio abanico de reacciones emocionales. Cuando se trata de un proceso de elaboración de una ruptura, se va a pasar por diferentes fases o etapas, que irán desde una negación inicial hasta una asimilación y reorganización de la propia vida con la nueva situación.
Fases del duelo en una ruptura de pareja
Las diferentes etapas por las que se pasa tras una ruptura son similares a las de un duelo por fallecimiento, aunque con matices debido a la diferencia entre las situaciones desencadenantes.  Algunos expertos hablan de que a veces en según qué personas, el duelo por una ruptura puede llegar a ser tan intenso o más que el de un fallecimiento ya que mientras que cuando alguien muere sabemos que la muerte forma parte de la vida, en una ruptura se sabe que la persona sigue existiendo, hace su vida pero no quiere estar contigo. Como al fallecer un ser querido, cuando se acaba una relación perdemos algo, una relación, a una persona muy importante y es complicado asimilar esa pérdida. Además, como comentábamos antes frente a una ruptura cuando somos la persona que han dejado tenemos que aprender a vivir con que la otra persona ya no quiere compartir su vida con nosotros, sigue existiendo pero le hemos “perdido”. De ahí que existan matices frente al duelo por una muerte en el que esa persona ya no existe.
Las fases por las que una persona puede pasar cuando tiene que procesar un duelo por una ruptura de pareja serán, grosso modo:
  • Shock o impacto inicial: Caracterizado por incredulidad e irrealidad principalmente. Cuando a una persona le deja su pareja, frente al anuncio de la ruptura es fácil que se reaccione en un estado de “shock” que durará de horas a días. Durante este período, esta persona no será capaz de asimilar de manera real lo que ha ocurrido.
  • Negación: En esta fase, la persona intenta negar que ha ocurrido la ruptura y no acepta la realidad. Aparecen falsas esperanzas, pensamientos irracionales y justifica que “algo ha ocurrido” pero que “volverán a estar bien”, por ejemplo. Aparecen todo tipo de pensamientos y conductas para amortiguar el dolor y negar la situación. Además es probable que durante este momento no se notifique al entorno de la ruptura, como si fuera algo pasajero.
  • Ira, rabia y enfado: La persona se sentirá herida, aparecerán sentimientos teñidos de resentimiento y rencor hacia la otra persona. Esta ira y la tristeza es muy probable que se entrelacen y aparezcan de manera recurrente en este proceso. Y en cada uno aparecerán en un punto diferente en función de características tanto personales como de la relación en particular. 
  • Tristeza y dolor intenso: En este punto comienza a procesarse que la ruptura está ahí y que se va a mantener así. En el momento en el que la persona se da cuenta de esto aparecerán un ánimo deprimido y ausencia de ganas de hacer nada. El pensamiento se puede volver obsesivo (todo en torno a la pareja) y podrían darse trastornos en el sueño, descuido de la imagen personal, alteraciones en la alimentación, llanto…
  • Las emociones descritas de ira y rabia y las de tristeza aparecerán en diferente orden para cada persona. Dependen aquí muchos factores de la relación e individuales y es muy común que se pase de un tipo de emociones a otras con facilidad e incluso de manera entremezclada. Siendo esto cierto para todas las fases, especialmente estas emociones vendrán bastante de la mano en el proceso de elaboración de la ruptura.
  • Aceptación: La aceptación no implica ausencia de dolor o tristeza, pero la persona comienza a encontrar una cierta paz con respecto al proceso de ruptura. Ya no aparece el pensamiento constante alrededor de la pareja ni tiene la necesidad de hablar constantemente de él o ella. Además comienza a disfrutar de la compañía de otras personas sin que lo anterior le interfiera.
  • Reasimilación o resolución: Más de un autor habla de una última fase en la que tras aceptar la ruptura la persona comienza a reorganizar y reestructurar su vida sin la otra persona. Empieza a retomar actividades abandonadas y organiza su día a día para seguir adelante por sí solo/a. Suele ser una etapa caracterizada por los cambios, se trata de un momento en el que se comienza a rehacer su vida (no tiene por qué implicar a otra pareja ojo. Solo que comienza a vivir en paz a pesar de haber roto.

Además, en algún punto entre estas etapas podrá aparecer un proceso de negociación en el que se darán conductas como intentar mantener la amistad, intentar seguir en contacto o proponer modos de “salvar” la relación. Probablemente aparecerá en fases entre la negación y la tristeza, en momentos en los que aparece mucha nostalgia y tristeza hacia la relación.
No obstante y al igual que en el duelo por una pérdida debida a la muerte estas fases no son estáticas ni están completamente definidas. Pueden darse de manera entremezclada, ir y venir y no darse en este orden exacto; la vida emocional de cada persona individual no es una ciencia exacta, cada persona ha tenido sus vivencias y relaciones personales diferentes.
Una ruptura supone un evento estresante  para las personas, es como si el cerebro entrara en un peligro vital, de repente mi vida cambia. Además su impacto  variará en función de diferentes aspectos de la relación así como variables individuales. Características de la relación como la fase en la que se encontraban, si ha habido convivencia, hijos... influirán directamente. Cómo se acabe esta relación y qué papel tiene cada uno influirá también. Cabe destacar aquí que contrario a lo que podría intuirse, el dolor que produce una ruptura no tiene por qué ser (ni es) proporcional a los años de relación. Tiene que ver con otros factores como el grado de enamoramiento, la fase en la que se encuentra la pareja, el grado de complicidad y adoración, si ha habido idealización de la pareja o si ha sido una relación vinculada desde lo tóxico. Por último, las características personales de cada uno determinarán en gran medida cómo se va a procesar todo el duelo y por supuesto de los recursos y experiencias individuales para hacer frente a la nueva situación sin la pareja.

Sea como sea, el elemento clave que ayuda a superar una ruptura es ser capaz de colocar el punto final y no fijar como objetivo recuperar a la otra persona. A partir de que este punto final se ha fijado es cuando puede comenzar a procesarse realmente la pérdida de la relación y del otro como pareja, para poder llegar a esa aceptación y reorganización del que hablábamos anteriormente. 

miércoles, 17 de agosto de 2016

Comunicación eficaz: claves en la pareja

Es probable que en más de una ocasión hayáis escuchado: una buena comunicación es la clave para que una pareja funcione. Y de hecho es una de las claves para el buen funcionamiento de una relación, pero la cuestión es… ¿qué es exactamente, qué entendemos por buena comunicación en una pareja?

Una buena comunicación en una relación se va a nutrir de dos componentes principales: saber expresar de manera directa y clara lo que queremos expresar (tanto a nivel verbal como no verbal, sin dar rodeos o “dejar caer las cosas”) y que haya un sentimiento de libertad para expresarnos abierta y libremente con la pareja. Esto es, que ambas partes perciban que pueden decir lo que piensan, cómo se sienten y cuáles son sus ideas sin miedo a la reacción del otro o a sentirse infravalorados.  En este último sentido muchas parejas pueden sufrir carencias, ya sea desde el comienzo de la relación o a partir de cierto punto. Por ejemplo, es común que al inicio de una relación haya cosas que “no se dicen” por miedo a la reacción del otro. O parece que en ocasiones no nos atrevemos o no queremos hablar de cómo nos sentimos, o preguntarle sobre ello a la otra persona, por miedo a cómo pueda responder. Cuando esta tendencia se mantiene a medida que avanza la relación, aparecerá esta falta de libertad para poder comunicarnos.  Pero también es probable que al principio no fuese así y se haya ido desarrollando debido a patrones de comunicación poco eficaces.

Llegados a este punto: ¿qué genera esos patrones de mala comunicación? Faltas de respeto, pocas muestras de afecto y una comunicación basada en reproches e imposición de la opinión del uno sobre el otro son algunos ejemplos que pueden deteriorar la comunicación. Asumir que sabemos lo que la otra persona nos va a decir y no permitirle expresarse, adivinar sus pensamientos, o pretender que adivinen los nuestros (por ejemplo, si algo nos molesta y asumimos que el otro lo tiene que notar y saberlo sin que se lo digamos) generará conflicto y deteriorará la comunicación y la pareja. Por muy bien que se lleguen a conocer dos personas, es irreal asumir que deben saber lo que piensan exactamente en cada momento.

Cuando la comunicación es ineficaz y casi inexistente, la relación de pareja va a estar muy deteriorada y se verá necesitada de atención profesional: terapia de pareja. Antes de llegar a este punto y si detectamos algunos comportamientos como los comentados (o parecidos) podemos tener en cuenta las siguientes consideraciones para mejorar la comunicación:
  •     Empatizar. Es importante que ambas partes de una pareja aprendan a ponerse el uno en el lugar del otro. Intentar comprender cómo se siente la otra persona, si tuviésemos su punto de vista. Esto nos ayudará a comprender mejor su comportamiento y cómo le afecta el nuestro, además de ayudarnos en conflictos.
  •      Hablar sobre cómo nos sentimos o qué pensamos en un momento dado, en lugar de esperar a que la otra persona “se dé cuenta”.  Cuando algo nos moleste, no nos guste, nos inquiete, si estamos pasando un mal momento… comunicárselo a la pareja en lugar de esperar a que el otro lo adivine. Por muy bien que nos conozca, puede no darse. Considerar que debería hacerlo, generará enfado o decepción. Y finalmente derivará probablemente en una discusión o estallaremos más adelante.
  •    No callarnos lo que pensamos por “no discutir”. Cuando se trata de algo importante, si no lo transmitimos y nos lo “tragamos” al final se acumulará y terminaremos por explotar. Si algo nos molesta, lo tenemos que abordar lo antes posible, en un contexto calmado, tras haber disminuido la activación emocional inicial.
  •     Decir lo positivo que vemos en nuestra pareja. Transmitirle a la otra persona lo que nos gusta de ella de manera espontánea, cuando lo sintamos.  Parece que en ocasiones nos resulta más sencillo decir lo que no nos gusta que lo que sí y se nos olvida hacerlo.
  •     Escuchar de manera activa y con interés a la pareja. Si nos cuenta algo mostrar interés, hacer preguntas, escuchar de verdad y no pasivamente. Si una persona no se siente escuchada no se va a sentir bien y dañará a la pareja.
  •     Dejar las acusaciones a un lado y hablar desde el respeto. Cuando haya conflicto, centrar la discusión en resolver la situación, en qué se puede hacer para solucionarlo.
  •     Emplear el lenguaje “yo”. En relación con lo anterior, cuando algo nos moleste expresaremos exactamente qué ha sido, cómo nos hemos sentido y qué queremos, en lugar de entrar a acusar a la otra persona. De manera genérica, sería lo siguiente: “cuando haces esto me haces sentir mal/triste/enfadado/a… y me gustaría que hicieras esto otro”.
  •     No infravalorar la opinión del otro. En algún momento (y puede que en muchos) vamos a disentir con la pareja. Es normal no estar de acuerdo en todo, pero tampoco podemos imponer nuestra opinión o nuestro modo de resolver las cosas a los de la  otra persona. Podemos mantenernos en nuestra posición, pero sin hacer sentir a la otra persona que no la escuchamos o tenemos en cuenta y tratando de resolver conjuntamente el problema.
  •      Basar la relación en confianza mutua. Si ha habido conflictos o problemas severos en el pasado y en teoría han sido resueltos, dejarlos en el pasado. Si no intentar resolverlos, si hace falta con ayuda profesional. Pero centrarnos en ello no nos va ayudar, una vez resuelto el pasado hay que aprender a dejarlo en ahí y confiar en la pareja.
  •      Buscar ayuda profesional. Si nos encontramos en una relación muy conflictiva, en la que la comunicación es deficitaria y la pareja está muy deteriorada una buena opción es plantearse una terapia de pareja.

Todos estos “tips” o pautas van a ayudar a mejorar la comunicación a pesar de que no hará que los conflictos desaparezcan. Pero sí nos ayudará a gestionarlos mejor. No obstante hay algo que debemos considerar en todo momento y es que además de comunicarnos efectivamente tenemos que asegurarnos de compartir buenos momentos con la pareja. Hacer cosas juntos y fomentar el afecto positivo, expresar nuestros sentimientos por la otra persona de manera abierta y directa. Para que una relación funcione, debe haber un interés del uno en el otro y querer compartir tiempo, momentos y recuerdos.


miércoles, 15 de junio de 2016

¿Se puede perdonar una infidelidad?

La fidelidad es una de las bases sobre las que se construye una gran mayoría –no todas- de las parejas y matrimonios, por lo que no es de extrañar que la infidelidad sea una de las causas principales de las separaciones, así como que su superación se encuentre entre los motivos más comunes a la hora de buscar ayuda psicológica para iniciar terapia de pareja.
Perdonar una infidelidad es algo muy personal. Sin embargo, es cierto que desde una situación hipotética, muchas personas afirman que no estarían dispuestas a perdonar una infidelidad, ya sea porque creen que no serían capaces o porque entre sus valores no entra este hecho como algo admisible en una pareja. Pero, ¿Realmente es imposible perdonar una infidelidad? ¿Se puede verdaderamente hacer borrón y cuenta nueva? ¿Es bueno perdonar una infidelidad o es un error?
Todo depende. Es importante señalar que cada caso es particular y concreto, lleno de matices como la vida misma. Tanto es así, que el concepto de infidelidad ni siquiera es universal; no todas las personas entienden esta conducta de la misma manera. De la misma forma, existen muchos tipos de relaciones, y por lo tanto, muchas promesas y compromisos diferentes entre dos personas, por lo cual, serán ambos miembros de cada pareja en particular los que establecerán de forma implícita o explícita sus propios compromisos.
La infidelidad es una de las principales causas de separaciones y casi siempre está provocada por la insatisfacción de una de las partes con el tipo de relación que están llevando; ya sea por el desgaste, o por la monotonía, quizás por el mantenimiento de una relación con conflictos persistentes, o tal vez por la existencia de insatisfacción sexual. Las causas pueden ser múltiples. Fuere cual fuere, lo cierto es que dichas causas no entienden de género y al fin y al cabo, son una elección personal. Quizás lo más lógico sería que la persona que está insatisfecha hable de sus sentimientos con la otra persona y que ambos se esfuercen por encontrar una solución, pero en muchos casos esto no ocurre y la parte descontenta busca el cariño, el apoyo, la comprensión o el sexo fuera de la relación de pareja.
Así pues, la infidelidad en la pareja evidencia una crisis dentro de la relación, un punto de inflexión en el que se deberá optar entre continuar la relación o iniciar una separación.
No todas las parejas en las que se da una infidelidad se separan. Algunas parejas se reconcilian, superan el problema y continúan. En este sentido, a pesar de los efectos negativos que genera una infidelidad tanto a nivel de pareja como individual, hay personas que prefieren centrarse en las cualidades positivas de su pareja y superar este obstáculo, llegando incluso a fortalecer su relación. Pero este proceso de reconciliación no siempre es fácil; de hecho, muchas veces es necesaria la ayuda terapéutica mediante terapia de pareja para llevar a cabo esta reconciliación. La terapia de pareja es una elección que guiará el proceso y facilitará la recuperación, fortaleciendo la pareja y dotándola de estrategias para afrontar las áreas donde se encontraba dañada. Asimismo, con la colaboración de ambos miembros de la pareja, ayudará a introducir los ajustes necesarios en la relación y a gestionar adecuadamente las emociones que una infidelidad puede conllevar en ambas partes (rencor, desconfianza, rabia, culpa, inseguridad, temor, etc.).
Sin embargo, en la otra cara de la moneda, hay parejas que optan por separarse. Puede ocurrir cuando la persona que ha sido infiel decide iniciar una relación con la tercera persona, o cuando hay circunstancias en las que la ruptura de compromiso que se ha producido provoca profundos sentimientos negativos de dolor acumulado en uno o ambos miembros de la pareja, junto a la sensación de no estar ante una situación reparable. En estos casos, es útil un trabajo psicológico individual en el que se elaborará el duelo por el fin de la relación y se empezará a enfocar la nueva etapa vital a la que cada uno, independientemente, deberá enfrentarse.


Sin duda, no existen respuestas a si se debe o no perdonar una infidelidad. Cuando median sentimientos y muchos años de relación, las variables se complican. Lo más importante es tomar una decisión de forma consciente, que conectes con tus sentimientos y determines qué quieres realmente. Y por supuesto, no dudes en buscar ayuda si no sabes cómo afrontar esta situación.  

viernes, 6 de mayo de 2016

Sin ti no soy nada -o dependencia emocional-.


Amar no es sinónimo de sufrir, y aunque pueda parecer una afirmación obvia, lo cierto es que es necesario recordarlo a veces.

“Sin ti no soy nada”, “No puedo vivir sin ti”, “Si me dices ven lo dejo todo”. Indudablemente, el amor es una esencia elemental en nuestras vidas, y su obtención, una necesidad básica del ser humano. Sin embargo, cuando esta necesidad afectiva se convierte en una necesidad extrema y continua que obliga a satisfacerla en el ámbito de las relaciones de pareja, se convierte en dependencia emocional, y gran parte de la vida de estas personas gira en torno al amor.

Las personas dependientes temen a la ruptura y a la soledad. Sin pareja se sienten abandonadas, solas ante el “peligro”, como ni no pudieran enfrentarse al mundo si no es en compañía de alguien, y ese alguien lo focalizan en la pareja. Ese temor, ese miedo, lleva a la tendencia de encadenar relaciones. Estas personas –no todas- suelen ennoviarse desde la adolescencia, o desde muy jóvenes, estando de una manera u otra con alguien. Tras una ruptura, por muy catastrófica o insatisfactoria que haya sido la relación, intentan reanudarla o bien buscan a otra persona que cubra esa necesidad tan extrema de estar acompañadas de alguien. Así pues, aunque este patrón se pueda dar únicamente en una relación, lo habitual es que se suela repetir a lo largo de todas ellas. Los pensamientos, emociones y conductas que refieren a estas personas dependientes vendrían a responder a una (baja) autoestima que depende más del exterior, en vez de confiar en uno mismo. Se trata de amores “descompensado” donde se ama mucho al otro y muy poco a uno mismo.

A menudo puede darse que la persona dependiente busque a una pareja más dominante para crear de esta forma una especie de equilibrio, el cual ni es positivo ni sano para ninguna de las partes. Es más, en cierta manera, estas relaciones se pueden ver a largo plazo como una adicción, en la cual la vida de la persona dependiente se restringe, como ya hemos comentado, a su relación de pareja, y sus sentimientos oscilan en función de la vida, sentimientos, y decisiones de la otra persona, anteponiendo así en todo momento las necesidades de sus parejas a las suyas. Se crea una especie de círculo vicioso en el que la persona enfoca su prioridad en su relación sentimental y se distancia de su círculo de apoyo, a los que puede llegar a considerar una amenaza en su relación. Como resultado, la persona termina apoyándose cada vez más en su pareja, y por lo tanto, la dependencia aumenta.

Ante esta situación, en los casos más extremos, el deterioro social, familiar, laboral y personal del dependiente emocional puede llegar a ser tremendo. La dependencia emocional en sí no es una enfermedad, pero sí puede ser un detonante para otras patologías como la ansiedad, depresión y otra serie de trastornos.

Por tanto, es fundamental intervenir para cortar con los daños que provoca ese patrón de relacionarse. Acudir a terapia puede ser de gran ayuda, pero para ello, lo primero y esencial es ser capaz de reconocer que hay un problema. Reforzar la autoestima, superar el miedo a perder a la otra persona, saber que "Yo soy yo y tú eres tú",  y tener claro que nadie va a poder cubrir las necesidades afectivas de uno mismo y que sólo nosotros podemos hacerlo, serán algunas de las líneas claves la terapia.

Por último, finalizar este artículo destacando tres pilares fundamentales que deberíamos tener grabados a fuego:
1. Aunque la dependencia hacia una persona pueda parecer amor, realmente no es lo es. 
2. La persona que quieres o amas es una parte importante de tu vida pero no la única. Cuando tienes  aficiones, pasiones y opiniones propias, enriqueces la relación; cuando te anulas la empobreces.
3. Sin ti no soy nada . Sin mí no soy nada.